Podríamos inventar
tres o cuatro problemas,
esta tarde, por ejemplo.
Y así poder hablar
mirándonos a los ojos,
y establecer protocolos y soluciones…
y sus efectos secundarios.
Me gusta mucho más
mirarte, sin pretexto,
como si el tiempo se detuviera,
de golpe,
y sólo pudiéramos oír
el silencio.
Y de paso
podríamos cogernos de la mano
para
saltar
este vacío
de la
distancia.
Prefiero besarte en los labios,
sin preguntar, sin esperar nada más allá
de adentrarme en tu mirada infinita.